El apio ha sido cultivado y utilizado durante miles de años por diversas civilizaciones debido a sus propiedades medicinales y su sabor único.
El origen del apio se encuentra en el Mediterráneo, donde crecía de forma silvestre en regiones pantanosas. Los antiguos egipcios fueron los primeros en cultivar y utilizar el apio hace más de 3.000 años. Lo valoraban tanto por su sabor como por sus beneficios para la salud. En los textos médicos egipcios, se mencionaba el apio como un remedio para tratar diversas dolencias, como problemas articulares y trastornos hepáticos.
En la antigua Grecia, el apio también tuvo un papel importante. Hipócrates, el famoso médico griego considerado el padre de la medicina, recomendaba el consumo de apio para aliviar el insomnio y la indigestión. Además de sus propiedades medicinales, los griegos apreciaban el sabor del apio y lo incluían en su cocina.
Durante el Imperio Romano, el apio se popularizó aún más en Europa. Los romanos consumían el apio de diversas formas, ya sea crudo, cocido o en sopas. Además, creían que tenía propiedades afrodisíacas y lo utilizaban en rituales y festividades dedicadas a Venus, la diosa del amor.
En la Edad Media, el cultivo y consumo de apio continuaron, aunque con menor énfasis que en épocas anteriores. Sin embargo, seguía siendo apreciado por sus beneficios.
En la actualidad, el apio ha ganado popularidad en todo el mundo debido a su valor nutricional y sus propiedades saludables. Es una fuente de vitaminas, minerales y fibra, y se considera un alimento bajo en calorías. Además, el apio se ha utilizado en diversas dietas y programas de desintoxicación debido a su capacidad para ayudar en la digestión y promover la pérdida de peso.